martes, 3 de mayo de 2011

Prueba de evaluación continua 2.

Grupo 2.

En este texto vamos a explicar las cuatro fases que se llevaron a cabo en un proceso de intervención logopédico con la familia de un niño con disfemia.
La primera fase que se dio en este proceso de intervención fue la de establecer la relación entre logopeda-familia. En un principio se dedicó tiempo para establecer con el niño una buena interacción, mostrando interés por sus dificultades, teniendo en cuenta que iba a suponer el tercer tratamiento que recibiría y dado que su motivación hacia el mismo no era muy alta ya que los tratamientos anteriores no resultaron eficaces.
La logopeda estableció las actividades que realizaron los padres con Daniel de una forma lúdica y a través de la rutina, para así evitar el nivel de ansiedad y estrés por parte de los padres y el hijo.
En esta relación que se estableció, la logopeda inició la interacción con los padres con preguntas abiertas, por ejemplo, los padres empezaron por contarle el historial clínico de su hijo y toda la trayectoria que había llevado desde el inicio del problema hasta el momento actual.
Fue conveniente     también, que se estableciera un vínculo entre el contexto escolar, la sala de logopedia y la familia; fue por ello, que la logopeda facilitó a los padres un registro adecuado de información que debieron utilizar en situaciones de comunicación. Ese registro del lenguaje siguió el siguiente esquema:
-          Tipo de actividad en la que participa el niño. Daniel mostró deseos de mejorar la lectura delante de sus compañeros.
-          Características del lenguaje que utiliza el niño, que en este caso eran bloqueos intensos con movimientos asociados de ojos y cabeza. Así mismo, prolongaba y repetía sonidos, usaba muletillas.
-          Tipo de conducta del niño. En el colegio no tenía problemas de relación con el resto de compañeros.
Los resultados que se obtuvieron, fueron comentados a la familia y se ofrecieron las explicaciones, la ayuda y el apoyo que necesitaba.
Es en esta fase se establecieron las bases entre logopeda-familia para una relación positiva y colaborativa, y así intentar solucionar el problema de Daniel.
La siguiente fase consistió en la búsqueda de soluciones, en la cual todos los integrantes de la familia debieron estar implicados en el tratamiento de Daniel para ir dando pequeños pasos que den lugar a cambios favorables en la comunicación y el lenguaje del niño. Por ello, esta búsqueda de soluciones debió de darse de manera interactiva entre el logopeda y la familia. En este proceso también fue necesaria la implicación de otros profesionales como el psicólogo y el profesor del colegio.
Para ello, la familia debía ser consciente de las situaciones en las que su hijo se comunicaba bien. En este caso, Daniel tenía menos dificultades a la hora de hablar con sus compañeros y durante épocas de vacaciones, en las que compartía principalmente tiempo con la familia y amigos.
Los padres debieron buscar los puntos fuertes del lenguaje de Daniel. En esta búsqueda la logopeda aconsejó a los padres que facilitaran su lenguaje para que así a Daniel le resultara más fácil hacerlo parte de su propia habla.
La tercera fase del proceso consistió en la enseñanza de recursos para la comunicación.
En esta fase los padres de Daniel debieron utilizar la observación directa hacia él en las diferentes situaciones reales que se dieron durante el tratamiento.
Debieron observar si el niño tomaba la iniciativa a la hora de establecer una conversación o al comunicarse con los demás.
En cuanto a la interacción con Daniel, fue necesario fomentar una interacción cara a cara con él; con esto fue importante que llamasen la atención del niño para así asegurar que estaba escuchando y prestando atención a lo que se decía.
Fue importante el uso de la técnica del modelado ya que el niño siguió principalmente el modelo de sus padres o de la logopeda en el ámbito de la comunicación, para así conseguir un mayor desarrollo. Por eso, los padres y el hermano mayor utilizaron un patrón de habla lento para que se fuera adecuando a las situaciones de la vida diaria como situaciones problemáticas o a la conversación durante la comida familiar.
Otro aspecto importante que se trató fue la comunicación y la descripción de forma lúdica, para que Daniel no perdiese el interés y se interesase cada vez más por hacerlo. Estas actividades se llevaron a cabo a través de la lectura.
La última fase de este proceso de intervención fue la de seguimiento.
Una vez que pasaron doce meses, Daniel consiguió hablar sin bloqueos. Sin embargo, para que todo el trabajo realizado hasta ahora no volviese para atrás, la logopeda lo citó en periodos de tiempo más largo.
Durante tres meses asistió semanalmente, para después asistir quincenalmente.
En este tiempo el objetivo de la logopeda fue ver cómo evolucionaba Daniel, por eso las tareas realizadas por este, fueron llevadas a cabo con la familia, en las que participaron todos de igual forma, algo que le ayudó a Daniel tanto en su proceso logopédico como a la hora de mostrar mayor seguridad, dándose cuenta que lo podía hacer igual de bien que el resto de su familia, lo que le llevó a subirle la autoestima.
Finalmente, a los diecinueve meses recibió el alta y a los dos años, Daniel siguió evolucionando correctamente.